Mi último poemario ya cabalga y se encabalga solo... Concluido el parto, cerrada la segunda fase de la anterior plaquette, tras un año de agradable aunque agudo sufrimiento, el círculo casi se cierra y este nuevo capítulo se entrega a la fingida arbitrariedad del karma, a la ensoñación de verse ganador del gran premio.
Sin embargo, el vientre sigue hambriento, mi cabeza despeinada, enferma ( y cada vez más "violín"), terminado el poemario, al cabo de unos meses, otro documento de word se abre para continuar... Y es que no hay principio ni final a la vista, cada verso, cada palabra, la siento como parte de un todo ya escrito, para bien o para mal, por mi, ahora, ayer, pasado mañana.
Los primeros balbuceos ya están ahí, los sostengo por separado aunque refieran a heridas, a versos anteriores... De momento, sin embargo, he de acunar, de sufrir por las noches, a un epílogo lleno de muertes, me dedicaré a él durante el tiempo que necesite, creo en su naturaleza superviviente y sobre todo en su humildad; es lo que es y punto, no pretende ser, no pretende conquistar, sólo desea comunicar y comunicarse por completo, ignorando la gloria accesoria, la fragilidad del estúpido glamour, los adornos colaterales... Existe porque yo sólo sé respirar a través de él, su presencia ya es suficiente.
Gracias a los que habéis acompañado mi ansía de intercambiar cicatrices por versos, vuestra fuerza me sigue iluminando cuando el miedo y la inseguridad se sientan al pie de la cama sin mirarme siquiera, para atormentarme.
A 26 de diciembre, desde la ciudad en la que las mujeres de Julio miran al unísono la ribera, ocultas al viandante con prisa desde balcones esquinados, callejuelas aún por pisar... Las mujeres de Julio con todos los versos posibles en sus ojos, les pertenezco, lo sé, lo sabe quien no sobrevive más de dos días en otra ciudad. Estos versos son la prueba.
