... decía una conocida activista antitaurina. La única finalidad de esta entrada es apoyar con cada una de mis entrañas, como he hecho desde que me conozco, la barbarie del toreo, una de las más flagrantes muestras de que el sadismo y la carencia supina de evolución cultural alguna se hacen eco disfrazadas de "arte" y "fiesta nacional"... Me avergüenza como española que ésta sea nuestra fiesta nacional, un reducto de prácticas inquisitoriales (páginas negras no tan lejanas... pero, claro, qué negativa, inútil y partidista la memoria histórica) que se conserva hipócrita dentro de nuestra sociedad super avanzada; igual que me eleva el espíritu que en este país el matrimonio sea tanto hetero como homo, que el aborto deje de ser un delito... me duele que esta masacre siga siendo seña de identidad de nuestra península, que a los guiris les hará mucha gracia pero a mí me transmite la mismísima naúsea sartreana.
En fin, que para arriba compañeros, que esta causa merece la pena, que mucho avance pero aún no hemos sanado de esa enfermedad que nos hace considerar a los animales como mitad de nosotros, seres que vinieron al mundo para distraernos y que, en cualquier caso, no pueden ser protegidos por el hombre porque, claro, "con la de niños que sufren en el mundo..."; ¿alguien me puede explicar qué tiene que ver una cosa y la otra?,¿implica acaso la falta de atención a una tragedia como el hambre o la enfermedad humanas en el planeta?... La respuesta es no, sobre todo teniendo en cuenta que los que se rebelan con esa retahíla suelen ser los seres menos solidarios del mundo. No hay más: ya está bien (lo último el cartelito de la Iglesia, como siempre abriendo caminos y haciendo gala de su inconmensurable sensibilidad, en contra del aborto -viva la manipulación barata, populachera, vivan por tanto Intereconomía, La Razón(?), el Fede y toda la charpa)... Llega el momento de hacer algo más que hablar (por supuesto, hablo por mí, no seré yo quién diga a nadie lo que tiene que hacer). La verdad es que habría sido inmensamente feliz habiendo participado de esta "tumbada" última en Sevilla, bajo un sol de (in) justicia y de sangre falsa hasta arriba, mientras el asesinato (¿o es que un animal no merece ese término?), como antaño las ejecuciones públicas, saca a la luz la contrahecha grandeza de demasiados seres humanos.
Mientras la única esperanza de los toros sea descansar en paz, el fin del alarido sobre el albero, nuestro sueño nunca llegará del todo. Solo nos queda, entonces, la vigilia.
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